14.4.12

Julio y Camila

Camila lloraba, y en sus lágrimas se dejaban ver personas, reflejos robados al tiempo, también había colores, calles, una palabra, un clavo, y otro; Había una de la plaza, otra era una salida al cine, y un par muy especiales con caras en primer plano con ojos distintos, con expresiones iguales, muchachos tan lejanos, tan parecidos, tan infinitos.
Camila dejaba escapar todos sus dolores, porque eran mas fuertes que ella e insistían en salir, entonces cedía con la única condición de que nadie se entere, pero al final siempre sucedía y ella lo sabia. Las gotitas dolorosas, ni se preocupaban por ser vistas o no, solo se dejaban caer con desparpajo, total eran libres, y corrían a morir en la boca. Se confundían unas y otras y se subían todas encima formando recuerdos mezclados que los ojos no entendían. Camila lloraba un poco por eso y un poco por el mundo que era tan feo.
Mientras tanto la lluvia inundaba la ciudad y , aunque la tormenta azotaba con fuerza, nadie se daba cuenta que todo eso era ella, que de esa mujer nacía.
Camila lloraba y tampoco se percataba de que una de sus lagrimas iba caminando por la calle Libertad saltando charquitos. Se llamaba Julio e iba bailando entre los dichosos charquitos, esquivando paraguas y mirando de a ratos el cielo. Tenia una mirada extraña, una sutil alegría y unas botas de cuero marrones que lo hacían pararse en cada esquina por el desacomodo de las lengüetas. En una de esas paradas se obnubilo con una gota y de ella paso a otra y se quedo hipnotizado mirándolas pues se veía en ellas y el charco de la vereda lo hacia sentir como en casa. Tanto le interesaban que se sentó y, solitario como estaba, se dedico a pensar: un poco en la lluvia que tenia un gusto conocido -y que ojala que Camila no se este mojando-, en los charcos que ya no eran chiquitos -y en los que a Camila le gustaba chapalear-, en las lagrimas-gotas, y sobre todo en en él que hacia rato que andaba con ganas de que llueva.

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