18.2.14

# 8

Había noches en que Junio recorría los túneles lejanos de su pasado. Aunque eran oscuros y húmedos, le gustaba volver cada tanto, como los héroes que vuelven a su tierra amada después de un largo periplo.
La oscuridad lo obligaba a asirse de los fríos muros, y al tocarlos sucedía que volvía a el una tarde especialmente calurosa y la sensación de arena mojada en sus pies que se entregaban a esa textura granulada; era la tarde en que por primera vez había hecho el amor, y, susurrando al oído de su compañera, había cantado tres palabras peligrosas: "yo te amo". Las manos le sudaban y temblorosas se alejaban de la pared espantadas.
La humedad lo envolvía mientras exploraba esos laberintos abandonados, lo impregnaba de sensaciones: unos labios carnosos que lo acariciaban suavemente, que le suspiraban cerca del pecho haciéndole erizar la vida, y la tibieza de una lengua divertida que jugueteaba en su cuello.
Le gustaba volver a estos pasadizos sin ninguna razón ni plan, solo le daba placer volver cada tanto a besar bocas que recitan poemas, y canturrear canciones infantiles a los gritos en las calles. Pasaba caminando lentamente por ciertos recodos del túnel tan solo para sentir de nuevo las risotadas agudas de una amante pasajera que gustaba de las cosquillas en los pies antes de amarlo; para ensayar melodías de piano en la espalda de aquella bella mujer que paralizaba hasta al viento con solo detenerse a mirarlo.
Temblaba mientras caminaba, quería escaparse pero seguía, era un dolor placentero, pasajero, que zigzagueaba según el lugar y la noche. Sucedía que los túneles no se mantenían quietos y en silencio, preferían jugar ellos también con las memorias: movían cumpleaños y desordenaban fechas, gritaban mentiras, y a veces contestaban preguntas que jamas eran formuladas; las paredes charlaban entre ellas, contaban los finales de historias que todavía no habían empezado, y lloraban para que se les permitiera salir a pasear. Cuando se descontrolaban sus recuerdos Junio corría entre ellos tarareando una melodía cualquiera, y se sentía tan cronopio cuando se atropellaba con alguna memoria que le susurraba "no vayas a lastimarte".
Había noches en que Junio disfrutaba de pasear por sus pasados, y en las tertulias de sus recuerdos, le gustaba entender que todas las mujeres eran la misma, y que, a pesar de los abriles crueles, seguía estando Camila.