2.5.13

Un segundo exilio.


Todavía le escribía hace un tiempo. Todavía le añoraba, hace un tiempo.
Le adoraba y complacia con mi ausencia.
Me inquietaba su presencia, y mis piernas se estremecían al verle,
y se disputaban la locura mis labios con mi corazón que parecía galopar al compás de sus pasos.
Mis brazos se balanceaban así como mis manos temblaban enfermas de pasión
sin poder ocultar la necesidad de tocar cada detalle de sus lunares,
y construir un camino en su espalda solo rozando apenas su piel blanca,
solo logrando erizarle la vida.
Tanto le amaba (hace un tiempo), que me entretenía describiendo sus ojos, almendros,
su boca algo indecente, su belleza casi obscena, y sus vulgares maneras.
Tanto me dedicaba a ofrecerle mansamente mis anhelos, que me dolían los músculos de pensarle,
y me ardían los recuerdos, pues al rememorarle lastimaba mis días, creyendo curar alguna herida.
Tanto le esperaba. Hace un tiempo, me había convencido hasta tal punto de su pronto retorno
que festejaba de ante mano, con ilusa alegría alquilada, y brillo en los ojos a cuenta.
Tanto le he olvidado ahora, que ni sus letras nombro, y su voz que se hace añicos en mis ventanas,
se perdió en la fría brisa de una mañana.