14.2.09

El color.

Quería describirlo, pero no encontraba palabras exactas que lo pintaran tal cual era. Ni en su carácter, ni en sus modos, ni en su aspecto. Había algo, (ella sabia), en aquel muchacho que la nublaba, le enturbiaba los pensamientos y le estropeaba los sentidos. No sabia, eso si, que era ese algo, al que le llamaba cariñosamente, color. Solía decir que cada quien tiene su color. Sin embargo, el color de aquel hombre la desconcertaba, y pasaba horas y días, sopesando posibilidades para explicar ese algo que la enloquecía en el. Cuando lo veía frente a frente era otra cosa. Se encontraba presa de sus encantos tanto, que hasta le dificultaba la capacidad de pensar. Consideraba el atrevimiento de mirarle a los ojos, pero le parecía una actitud poco decorosa para una mujer. Llegaba a su casa empapada de el, y eso la facinaba.
Lo primero que hacia al abandonarlo era repasar cada detalle, intentando comprender desde distintas perspectivas, con la esperanza de que nunca fuera olvidado.
No existía ni un solo pensamiento dentro de ella que no se relacionara con el, y solo gracias a su prudencia lograba atenerce de nombrarlo cada vez que abría la boca.
Sus instantes eran eternos, desde que lo vio por primera vez, en aquel lugar colmado de gente.
Lo que mas le atraía a ella de el, era saber que existía algo en su mundo, en el de el, que era su refugio, su descargo, y su paz. Había algo que a el lo hacia sentirse libre, y en esa plenitud era perfecto.
Y desde aquel primer día en que lo vio, ella sigue buscando su color, ese que lo identifica a el, y la maravilla a ella.

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