16.12.11

Quisiera una carta sin preguntas


 No entiendo que es lo que te ha llevado a alejarte de tu casa, aquello que te ha obligado a trasladarte, a pasar a ser anónima; sin embargo, y aun costándome mi orgullo, no te voy a consultar sobre ello. Quisiera una carta sin preguntas. Lo que desearía es desaparecer los reproches que mi garganta acumula porque Julia nada es tu culpa. Detente en esto al leerlo “Julia, nada es tu culpa”.  Aunque anhelo respuestas y retornos, hoy decido conformarme con lo que queda en lo más íntimo de mis recuerdos. Alguien pudiera hacerte olvidar, pudiera hacerte reír y en ese movimiento también llevarte aún más lejos y, sin saberlo, firmar mi sentencia, haciendo que me consuma en las esperanzas insatisfechas de tu regreso. Regresar siempre te va bien. Busco la forma, Julia, de aminorar la marcha así no te dejo atrás, así no me pierdes el rastro, por las dudas.  Ayudo así a alivianar tu carga. Pesa la vida, duele el camino, pasa todo pasa; el tiempo es como un río. Subes el rio y peleas contra la corriente Julia, ese es tu destino. Me rehuso a buscar respuestas, por ahora, me aterran las posibilidades, me aterra la idea de lo absoluto, me aterras.  La mitad de lo que escribo no tiene sentido, pero lo digo solo para llegarte a ti, Julia. Quisiera que no me importe lo que vaya a pasar, que pueda abandonarme al movimiento constante y libre del río, su fluir. Pero estas lejos Julia, tu cruel distancia… no se manejarla Julia. Al menos me consuela  llorarte, porque significa que te recuerdo, y estoy conforme de que me abrume el dolor, pues es en el único rincón en el que nunca faltas. Y, así, me voy despidiendo por el momento, lamentando si te interrumpí, deseando que las esperanzas no se vayan a jugar con los cronopios así no se alejan e intentando que me inundes otra vez.  Adiós Julia querida, gusto en conocerte y afán por reencontrarte.

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