11.12.14

La nochera

Me acerco con sigilo y te busco a través de sollozos. No te encuentro. Lo intento de diversas maneras, y rastreo de vuelta el camino hacia tu puerta. No lo logro. Vuelvo a rememorar para hallarte en alguna de todas mis pequeñas tragedias, pero no sucede y me embarga el miedo a haberme alejado demasiado de mis memorias hostiles y no poder volver ya nunca a ver tu rostro, aunque mas no sea entre lagrimas de tristeza.
Indago en el repiquetear de la lluvia en el cemento y solo me topo con las ganas de oír tu zapato bailando sobre algún charquito.  No te hallo ni en el reflejo de las gotas donde anteriormente te escondías para atormentar mi pobre pasado. Me corro a un lado para mirar desde lejos y no, no puedo hacer mas que ver siluetas sin cabeza. No te encuentro.
No te encuentra ni mi  loco corazón revoltoso, ni mi solitaria alma perturbada. No te halla ni el sonoro beso que te anhela, ni el gustosos abrazo que te espera.
Entre espejos de agua fresca te busco pero me enfrento únicamente a mi rostro que mira con deseo, cierra los ojos desesperanzado y da la vuelta para volver a intentar en otro charco. Y, en el vaivén, se demora una gota de otro tipo, con un brillo cansado, como aterciopelada, amarga por demás. La gota amarga y la gota espejo se encuentran por un momento y dialogan rodando por el mismo pómulo ardiente. Vienen de distintos lugares pero buscan lo mismo.
Y yo sigo acercándome con sigilo a personas lejanas a la aspereza de tus manos, que no conocen tus rulos, y no saben de tu existencia infinita. No te hallo. Te busco y no apareces. Conozco tu nombre pero no te encuentro y te busco, y aveces lloro, pero vuelvo en si y no te busco, por un rato al menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario