26.10.11

Camila es aquella



Camila, aquella que cerraba la puerta y le costaba; y el picaporte le ganaba; y, volvía a su lugar; y, en ese volver, se abría de nuevo aquello que se quería olvidar. La misma señorita, Camilacierrapuertas, que se aleja del portal, que respira hondo y toma coraje. Entonces, los arboles que le bailan al lado, las memorias que la persiguen, la danza de las plantas que la distraen, y, Camila que se deja entretener. Camila que cierra puertas pero las deja sin seguro. El viento que mueve los arboles danzantes, y abre puertas sin llave, y deja escapar: a niños jugando voley, a niñas bailando en un pequeño escenario de colegio, a jazmines floreciendo en aquella pequeña casa de Malta y San Marino, a frascos de gomitas de eucaliptos, y, fundamentalmente, a plazas soleadas y solitarias... Camila que detiene su marcha, reflexiona mientras los fugitivos la quieren alcanzar. Flotando lejos, y olvidando a Cenicienta, olvidando, olvidando a la princesa y un poco mas: un poco mas sus hermanastras, un poco mas sus escobas, un poco mas su hada madrina, un poco mas sus zapatos de cristal, un poco mas la calabaza; pero se queda un rato prendida en el vals, y en el azul también, y sobretodo en los rulos de... Camila que se despierta, abre los ojos, y vuelve a andar por la misma calle Maipu. Alrededor no hay nada que pueda reconocer porque destruyo su mirada, y mucho mas que eso, apretó los puños, se exorcizo con un cura tarotista de San Juan Bautista, y juro sobre los evangelios (los santos y los non-santos) no volver a intentar. Camila, la misma que en ese instante quiso llorar, pero ya no podía; la misma que se altera cuando suenan las campanas de la iglesia; la misma que no para de transitar un largo y sinuoso camino del que no puede salir; la misma que contiene la respiracion al reconocer algún aroma. Camila la misma, la misma Camila. Aquella que apoya de nuevo la mano en el picaporte, y se vuelve a escapar algún asesino, de esos que saben mas de amor que un poeta. Así es que, ahora, huyen: los días de invierno, el olor a alcohol en gel, las no cartas no recibidas, las canciones, los veranos en Santa Teresita, las gubias y los ejercicios de química. El paraíso que las voluntades no alcanzaron a conservar. Camila es aquella que, pese a tener empañada la vista, sigue corriendo en zigzag tratando de despistar a sus propios ayeres. La que se contradice, que quiere, que no quiere, que sabe poco, que ignora demasiado, que siente, imagina y duerme, esa es Camila. Es la muchachita que niega su altura, compite con sus ojos, admira sus pies, no domina ni a sus manos, envidia su infancia, y lucha con los sueños que se le presentan en las noches. Ella es la misma que se rinde ante la inmensidad de la memoria y la potencia de las flores, la que se deja alcanzar, se deja invadir y después de un rato -unos días, unas semanas, algunas canciones, tal vez años, quizá un par de besos- se levanta para retomar la lucha contra las ausencias, los silencios, las fotos, los hubiera, el lenguaje y sus recuerdos. Camila, ahora deja de pensar por un rato, y es la misma, sigue siendo. Es la misma que se acerca a un quiosco del centro y se compra unos chicles de tuti-fruti, solo por hacer algo.


Nota del escritor: se recomienda su lectura acompañada de una tarde de primavera oscura alrededor de las 6 de la tarde y una lista de reproduccion que contenga obligatoriamente: "Soneto" de J.Drexler, "High and dry" version J. Drexler, "Us against the world" y "Paradise" ambos de Coldplay. Con toda mi arbitrariedad, saludos.

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