Fumo y en el humo creo ver tu rostro, aunque tus ojos están cerrados. ¿Por que? Y creo ver también, arremolinándose, cada recuerdo que dejaste atrás, cada instante que queda a pesar del portaso, a pesar de la ausencia, a pesar del humo. Fumo y, entre tanto desanimo, recibo tu toque, el que me legaste hace tiempo cuando tu toque no se hacia esperar. Y, mientras tanto, aspiro ese veneno de increíble ardor, ese que me aleja y me atrae simultaneamente. Aquel sensual abandono al dolor que me deja tirada en el pasto, por momentos acurrucada, siempre aferrada a nuestros momentos de ayer. Fumo porque de algo hay que morir, y me encamino hacia allí de la mano del humo y tu recuerdo, fatales en iguales proporciones. Me acerco y voy escuchando tu risa entre mis respiraciones y mi corazón que palpita desbocado de miedo y de desamor, y, ahí mismo, recuerdo la verdad: que hoy sos solo el silencio mas frió, sos el espejo de juramentos quebrados y maldiciones nuevas. De a ratos vuelvo en si con una fuerte tos que se escucha lejana como si no me perteneciera, pero se que esta dentro de mi así como todo lo que eramos. Fumo porque el miedo me ataca y doy un paso atrás y vuelvo a empezar. Vuelvo a fumar para despojarme de lo que soy, así que dejo entrar tu fantasma a mi mente pues allí siempre nos podremos encontrar. Se apaga con un suspiro, lo prendo y fumo. Con cada pitada estoy un paso mas cerca. Fumo y creo tocar tus manos heladas, y busco calentarlas entra las mías, pero es una ilusión, son las mías las que están frías, y las tuyas no están. Fume para olvidar y llegue.
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