No te preocupes, muchacho, sigue volando con tus alas
prestadas, no rompas mas espejos cuando no hay de que ocuparse. Solo mantente
atento y no dejes que me distraiga; no
me abandones sin una simple explicación –sabes que no lo soportaría-. Solo
perdóname, muchacho, no me dejes gritando; solo cállame con un beso que sea con gusto a te quieros, siendo esa tu
mejor arma para calmar mis intentos. Solo elévame un instante, ponme a la par
de tus sentimientos, y conversemos un rato, y luego hazles entender a ellos lo
que ni yo misma comprendo.
No te preocupes, vete despacio, da lo mismo si mi orgullo no
me dejará suplicar, no hay amarras en este mundo. Solo no te olvides de cerrar la puerta detrás
de ti, pues mi espíritu puede escaparse de mí, y, si fuera inteligente, no volvería. Podría lentamente borrarte de su memoria, y hasta
podría escribir una nueva historia en la que no aparezcas.
No vuelvas la vista atrás, por favor muchacho, que mis
ojos se estarán cerrando, se estarán acostumbrando,
y entonces ya no habrá mas penas, aunque si algún olvido.
No te preocupes por la oscuridad, solo recuerda dejar alguna
luz prendida que alumbre, aunque mas no sea, tu estela. Yo, por mi parte, justo comenzare a pensar cuando ya no te
adivine en mi espalda; solo no te acerques porque caiga viernes; solo no regreses porque puedo condenarme para
siempre.
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