Hace tiempo que te pierdo, y me pierdo a mí misma, a la parte de mi misma que se
impregno en tus ojos. Y el no ver tus
ojos me lleva a no verme, me lleva a omitirme, me induce a desaparecer.
Fantasma ya soy, como el recuerdo de tu boca tibia que se aleja de mis memorias
más lejanas. El espectro de tus finos labios sigue desprendiéndose de mi boca,
y aun puedo sentir el triste tacto de aquel beso infame que me arranca la vida
a jirones. Este fantasma de mi misma que
hoy soy no te busca, no te desea, no te guarda,
solo se resiste a perderse entre las fotos desteñidas de lo que fueron
nuestros veranos. Palabras resuenan en mi mente, y al cerrar los ojos, entre
colores, sigo viendo tu cruel silueta que se mece y se pierde, y vuelve, y se
mueve, y me marea el extrañarte, o el extrañarme. Me marea el extrañamiento, me
marea tu imagen que sigue ejerciendo poder en mi pobre cariño. Encontrarte sin
buscarte en alguna esquina, en algún zaguán, en algún te quiero. Reencontrar el
susurro de tu hablar cansino entre los estremecimientos de mi piel solitaria. Encontrarte y en vos volver a reconocerme. Hace
tiempo que te me escapas, y se me escapan las ganas, y se me escapo septiembre,
y en ese baile se me va el dolor. El dolor se va, y se va el tiempo en que
coincidimos y se termina de deshilachar la hebra que nos unía, y los labios
finos se alejan del beso eterno. Escribirte se vuelve lento, describirte se
vuelve frío, recordarte se vuelve esquivo, y extrañarte… ¡George no permita que se vuelva definitivo!
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