Y entonces, Camila, vio la lluvia en su ventana, por primera vez sin dolor. Al fin había podido controlar sus lágrimas escapistas. Sucedio asi: pasaron las primeras gotas tranquilas sin que Camila se diera cuenta, ocupada en sus quehaceres domésticos. La lluvia, cruel e incansable, no se rindió y subió las apuestas: trono, y soltó las gotas mas grandes, las cuales rompían ruidosamente en los objetos. Camila desprevenida fue alcanzada por unas cuentas de ellas, y miro al cielo con sorpresa. Y entonces se dio cuenta del agua que corría por su cuerpo, por los jazmines que florecían, por los escalones, por la ropa; que se estancaba y formaba alegres parques de diversiones para sapos y ranas que agradecidas croaban y cantaban alabando a los cielos.
Dicen que, de todas formas, cuando las gotas terminaron, una gota
que parecía haber quedado estática en sus párpados, cayó y se disperso entre
sus labios; dicen que fue la ultima.
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