24.1.12


Si por lluvia entendiéramos sus llantos, entonces acertaríamos en decir que cada vez que llovía en ella se trataba de un mejunje donde podían entrar distintas historias. Lloraba un poco por lo que sucedía en cada momento, y un poco siempre un poquito por su falta. Siempre cada llanto encerraba un doble dolor: el actual y el constante.  Sucedía que cada día moría un poco una pequeña parte de si misma, sin darse cuenta, y en los momentos en que otra herida la atacaba, esa ausencia se hacia demasiado evidente. Las ausencias siempre la asustaron, esa es la verdad, desde su perdida un poco ficticia, un poco real. Hay un dolor que jamas se dice y es el que hiere en serio.

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