Estábamos uno al lado del otro, hablando de distintas cosas no demasiado importantes, de esas que se hablan para ocultar las cosas reales. Los dos acostados en el pasto, mirando al cielo y encontrando formas en la nubes. Cosas tontas, che. Que si aquella nube era un elefante, que si hacia calor, que si las hormigas invadían la casa, que si, que no, que si. Siempre concluíamos en una coincidencia, real o inventada, ¡que importa! ¿Que es real? Lo real es lo que creemos real por ende, no importa ciertamente si era de verdad, o si lo buscábamos a tientas y a sabiendas de coincidir, y hacernos los que era casual. Que juegos aquellos, juegos de niños, juegos de actuar de nosotros mismos. De vez en cuando un tema "serio" se colaba en la conversacion, y ambos nos mirábamos extrañados, como temiendo convertirnos en gente normal, en parejas normales que hablan del futuro, de lo hijos, de los compromisos, el trabajo y la vida. Con miedo de ser así de normales, de olvidarnos de los elefantes de nubes y de las hormigas conquistadoras nos reíamos ruidosamente, alguna que otra cosquilla para estimular el animo, y un beso tonto. Muchos besos tontos le dan sazón a la vida. Pero había mas que eso en nuestras tardes, en aquella especial, que se trasladaba a todas las demás. Había un secreto deseo de algo sin saber muy bien que, pues las cosas mas maravillosas ocurren sin pensarlas, sin planearlas, sin hablarlas. Y las cosas "serias" no se hablan porque aburren. Y el aburrimiento es contrarrevolucionario. Y la nube elefante se movió y ahora el sol quema un poquito mas en la piel y distrae la vista, entonces hay que darse vuelta, y no queda otra que mirarnos, y volver a reírnos por otra coincidencia. ¿Cuantas coincidencias, che? Y mirándonos surgen pensamientos de a montones, pero son dificiles de expresar, son demasiado abstractos para describirlos, y yo que no soy buena para las palabras me deshago en miradas, y en suspiros que terminan en besos. Hasta que se desprende una pestaña de su párpado, y eso es lo mas importante ahora, que no se vuele, que no se pierda, que me caigo en el vació sin la pestaña. Pero la agarro a tiempo, la coloco sobre mi dedo gordo, y el hace lo propio. Cerramos los ojos. Pedimos un deseo, tal vez allí también exista una coincidencia. No decimos nada, pero sè que pedimos lo mismo. Y el deseo inevitablemente se cumple porque las pestañas son poderosas y manejan grandes dosis de magia.
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ResponderEliminarque lindo♥ no se nota que no sos buena para las palabras, quizas para las palabras dichas.. pero para las escritas sos muy buena guachita.
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