Ella esperaba el momento adecuado para decir ciertas cosas, una serie de palabras amontonadas; pero no se dio cuenta de que no hay tiempo justo, el adecuado es hoy, no hay otros cuandos, son inciertos. Y dejo pasar la vida buscando algo perfecto, sin saber que el mundo es imperfecto, que lo perfecto no existe.
Ella espero, y la vida seguía, se perdieron las palabras, se olvidaron sus significados, se alejaron los destinatarios, se borraron las huellas que dejo el viento, y llegaron, inexorablemente, las marcas del tiempo.
Las carnes débiles, la piel plegada, los ojos nublados, turbados - ¿Acaso detrás de sus pupilas se esconden las amarguras, los llantos, y las risas del pasado?-, las manos vibrantes, la voz aspera, el sabor agrio de la asimilación de ayeres repletos de hubieras.
El paso de los años no fue en vano; el silencio, oscuro y perverso, de las personas empeñadas en vivir del mañana que es hoy, ayer, y siempre.; la negligencia con que se enfrenta a la vida, tanto como la resinación con la que se acepta la muerte, conspiran contra el gozar del tiempo que tenemos, que de por si, es bastante poco.
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