Tengo besos, lo se, y no tengo vergüenza de decirlo. Los tengo guardados solitos, todos mios, escondidos en una pequeña cajita. Y son tan maravillosamente diferentes que no puedo describirlos, pero lo importante es que están ahí y no perdidos entre laberintos oscuros de tiempos remotos; la suerte es que no están flotando en estanques de lágrimas saladas que se empeñan en seguir brotando. Mis besos están aguardando el momento en que los deje salir. Algunos son tiernos, otros son dulces, son aventureros, pasionales, alegres, frescos, radiantes; son de todos los colores, de todos los sabores, para todos los sentidos.
Y se escapan mis besos, aveces se escapan y corren raudamente en busca de algún beso suelto que ande volando.
No quiero que salgan, no los dejo salir, y todo se resume al miedo, porque cuando los dejo salir pasan cosas, siempre que salen algo pasa.
Cuando se escapan van flotando en el viento al encuentro se unos labios solitarios, cálidos; aquellos que los sientan acercarse y se apuren para alcanzarlos. Una boca desesperada por sentirse a si misma, por probar un sabor nuevo, por compartir suspiros en cuevas oscuras, húmedas, secretas.
Los beso impactan sobre aquellos labios y se graban a fuego en la memoria de esos músculos, en la retina de su dueño, del guardián de los besos solitarios, fijos para siempre en lo profundo de sus ojos. Inquietos, mis besos, no dejan de moverse, hace tiempo que pasaron el umbral de lo indecoroso, y ya no importan los limites de las bocas, están mas allá porque vuelan como la imanación de un escritor. Mis besos son poesía cuando se funden en otros y dejan, por un momento, de ser mios, dejan de pertenecerme, o lo olvidan, en cualquier caso pasan a tener un carácter incontrolable. Son del viento, o del tiempo, ¿Que mas da? Son de quienes quieran probarlos, de todos: de quienes los usan para divertirse, y de los que los llevan en el alma, pero por sobre todo, y en especial, son de los labios que los atraparon al vuelo, y mis besos lo saben; saben que, aunque lo deseen, no pueden tocar otros, pero ese no es problema, pues no lo desean. Son libres y en su independencia deciden pertenecerse unos a otros, y ¡Que fantástico es sentirse libre aun atado!
Pero todo se vuelve un caos cuando el miedo los comienza a manejar, y abandonan su autonomía sin darse cuenta, peligrosamente no entienden su presente, se confunden... Entonces los besos finales se llevan las alegres remembranzas de colores tan distintos que alumbraron el ayer -todavía fresco- que se aleja sin detenerse.
La separación definitiva, el adiós final que se convierte en un grito de batalla. A la distancia ven esos labios que los habían amarrado a un puerto seguro, y son otros, son muy diferentes están cambiados. Por eso se humedecen mis labios, se desilucionan, y prometen jamas volver, con la certeza, en su fuero interno, de que volverán; y yo se que lo harán el día en que me distraiga y vuelvan a escaparse.
Eso es algo que puede pasar, pero también puede suceder que los besos salgan y corran gritando como locos festejando su libertad, se lleven por delante el mundo, pierdan la inocencia y conozcan que hay muchos besos como ellos cuyos temerosos dueños no los dejen salir seguido, y que aprovechan cada oportunidad para ser felices. Pasara, entonces, que los besos olvidaran su caja para siempre y se irán sin mirar atrás, tarareando alguna canción de los beatles que hable sobre el ayer pero se la confundirán como siempre con alguna otra, de todas formas la dejaran ser, fluir. Y yo me iré con ellos.
Cualquier cosa puede pasar, por eso no salen a pasear.
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