Fantasmal tu silueta me parece aun cuando cada noche en mis ojos se esconde. La sombra que a tu cuerpo asemeja, baila en los espacios de mi mente y entre las memorias mas insólitas se hace presente.
Ya no puedo recordar tu voz pesada, ni tus muecas al reír, ni las ondas en tus cabellos. Yani recuerdo la forma de modular tu nombre en mi boca, aunque ésta no olvide el sabor de aquellos labios tontos que alguna vez le enseñaron lo que un beso tiene de peligroso.
Penosa es la forma en que mis pestañas buscan caer al abismo con el único propósito de cumplirme un deseo, y mas triste es aun el poco poder que demuestran cada vez.
Doliente mi cuerpo aguarda el momento exacto en que desaparezcas de las reminiscencias de mis sentidos; el instante en el que los sonidos, sabores, perfumes, texturas y caras dejen de conducirme al único camino conocido, transitado, vivido, aquel camino en el que ya no puedo encallar mis barcos, ni acallar mis cuentos. E, incluso cuando reconozco el vacío, mi ardiente piel te extraña, te sospecha ausente, te vuelve a elegir y te añora.
Mis manos, cansadas de tocar sin sentir, solo alcanzan a manotear los lapices con la absurda intención de delinear todo lo que de ti me queda: unas pocas oraciones sin sentido, un par de ojos curiosos con largas pestañas curvadas, un pocito en la pera, algunos lunares que cuentan historias, una cicatriz en la muñeca y la ingenua ilusión de que dos que se aman se esperan para siempre.
Ardiente mi piel te espera, te sabe lejos, te intuye muerto, pero espera. Espera volver a verte o al menos terminar de morir.
Ya no puedo recordar tu voz pesada, ni tus muecas al reír, ni las ondas en tus cabellos. Yani recuerdo la forma de modular tu nombre en mi boca, aunque ésta no olvide el sabor de aquellos labios tontos que alguna vez le enseñaron lo que un beso tiene de peligroso.
Penosa es la forma en que mis pestañas buscan caer al abismo con el único propósito de cumplirme un deseo, y mas triste es aun el poco poder que demuestran cada vez.
Doliente mi cuerpo aguarda el momento exacto en que desaparezcas de las reminiscencias de mis sentidos; el instante en el que los sonidos, sabores, perfumes, texturas y caras dejen de conducirme al único camino conocido, transitado, vivido, aquel camino en el que ya no puedo encallar mis barcos, ni acallar mis cuentos. E, incluso cuando reconozco el vacío, mi ardiente piel te extraña, te sospecha ausente, te vuelve a elegir y te añora.
Mis manos, cansadas de tocar sin sentir, solo alcanzan a manotear los lapices con la absurda intención de delinear todo lo que de ti me queda: unas pocas oraciones sin sentido, un par de ojos curiosos con largas pestañas curvadas, un pocito en la pera, algunos lunares que cuentan historias, una cicatriz en la muñeca y la ingenua ilusión de que dos que se aman se esperan para siempre.
Ardiente mi piel te espera, te sabe lejos, te intuye muerto, pero espera. Espera volver a verte o al menos terminar de morir.